A la vejez, viruelas, reza un antiguo dicho castellano. Y es que, a medida que nos vamos haciendo mayores, se nos acumulan las dolencias y algunas enfermedades. En concreto, si hablamos de la boca, los principales problemas que sufren los ancianos son la pérdida de piezas dentales y la periodontitis. El origen de estos males suele encontrarse en una incorrecta atención, a lo largo de la vida, de la higiene bucodental.

Y es que, es quizás en los últimos años, cuando más se ha incidido en la prevención a través del cepillado después de cada comida y de las visitas periódicas al dentista. La realidad es que, sea cual sea la razón,  muchas personas de edad avanzada llevan prótesis completas. Se trata de una buena solución que aporta calidad de vida pero, que al mismo tiempo, necesita cierta supervisión profesional.

La merma de las encías y la presión que se ejerce al masticar hacen recomendable una vista anual al odontólogo para supervisar los ajustes y evitar que se des adapte. En caso contrario, pueden aparecer molestias considerables y problemas a la hora de masticar y de hablar, con la consiguiente pérdida de seguridad en las relaciones sociales.

Cuando todavía se conservan piezas dentales, lo más habitual es que las prótesis sean puentes que se anclan a los dientes que se mantienen. En estos casos, hay que vigilar que no aparezcan caries que podrían dañar los puntos de anclaje.

Otro problema que aparece con bastante asiduidad en las personas mayores es la sequedad de boca. El origen puede ser muy diverso y, en ocasiones, estar relacionado con la medicación. En caso de que sea persistente, es recomendable hacer una visita al odontólogo porque puede afectar de manera negativa a los dientes, ya que la saliva regula el nivel de acidez y mantiene a raya a las bacterias.

En resumen, si durante todas las etapas de la vida hay que prestar atención a la salud bucodental, la tercera edad, con el fin de mantener una buena calidad de vida, es tan importante como el resto de los momentos.